FUTUROS ILUSTRES
Una vez en el salón de su nueva
amiga y protectora, y a pesar que solo era una niña que bailaba bolero, tuvo la
oportunidad de conocer a algunos de los personajes más famosos de la época. El
primero de ellos fue Talleyrand, ese gran hombre que está destinado a pasar a
la posteridad como uno de los más portentosos equilibristas que recuerda la
historia. Su hazaña fue sobrevivir a lo que voy a enumerar a continuación y
haciéndolo junto a los que ostentaban el poder: primero, a la Revolución;
después, a la caída de la monarquía; luego al Terror y luego al Directorio,
y más tarde a la era napoleónica, para cavar como un hombre fuerte de la
Restauración monárquica.
Por todo esto termino tullido.
Otros dos de estos singulares hombres que tuvo la fortuna de en la casa de la
condesa Genlis fueron Mirabeau y La Fayette. El primero realmente no gozó, en
un principio, de sus simpatías, puesto que, él se fue en contra de Federico
Cabarrús cuando dio la idea de fundar el Banco de San Carlos, tachándolo de
“corsario económico’’.
El segundo personaje en cambio
Monsieur de La Fayette, las gozó todas. Y hay que decir que si el primero era
terriblemente feo y picado de viruela de modo atroz, el segundo, ya desde el
primer día en que lo conoció se le hiso muy apuesto. Por aquel entonces, y a
pesar de las advertencias del señor Motarin, ella andaba embarcada en todo tipo
de lecturas románticas. Los amores de Pablo y Virginia, del abate de
Saint-Pierre, por ejemplo, o los de La nueva Eloísa, del señor Rousseau, y lo
cierto es que la visión de La Fayette era un goce para la vista. Muy
distinguido a pesar del color rojo fuego de su cabello, estaba casado con una
de las mujeres más ricas e importantes de Francia y paseaba por los salones con
la seguridad que da el dinero y la gallardía que otorga la belleza.
Por último, el tercero de los
personajes notables que habría de conocer en aquellos felices tiempos ‘’antes
del diluvio’’ pertenecía a su mismo sexo y era solo siete años mayor
que ella. Me refiero a Germanie de Staël, más tarde famosa mujer de letras y autora
de obras tan célebres como Corinne. Por aquel entonces (tendría ella unos
veinte años), ya demostraba con creses sus ansia de brillar a toda costa. Lo
curioso del caso es que, a primera vista no parecía contar con demasiados
atributos para lograrlo. Era huesuda, de facciones toscas, equinas, con manos
grandes y decididamente hombrunas. Sin embargo cuando uno se acercaba un poco
más, dos factores contribuirían a desdecir aquella primera impresión. Uno
eran sus ojos, de una viveza y profundidad poco común, y el segundo era aún más
imbatible: me refiero a su conversación. Y es que y es que Germanie de Staël,
que pasaría a la historia como una de las mujeres más inteligentes de su época,
era rápida, ingeniosa y muy mordaz. Más tarde se diría que ella encarnaba a la
perfección el romanticismo avant la lettre de la época.
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